Debo resaltar notablemente el filme Ainda Orangotangos. No sólo por la proeza, aunque muchos llaman malabarismo, técnica que desarrolla esta película sino por la capacidad de explorar la curiosidad de las personas. Es saber de alguien, indagar banalmente, conocer someramente qué sucede con la persona que pasa desapercibida cuando cruza a nuestro costado.
No es el mero hecho de transcurrir de personajes lo que la hace cautivadora, sino cómo se presentan y principalmente, cómo con unos solos minutos posiciona al espectador en el conflicto de cada uno.
Es como el efecto Bola de Nieve; con el paso de los minutos la intensidad se hace cada vez mayor a pesar de que los personajes se entrecruzan de forma muy “superficial”.
En realidad lo que Spolidoro nos intenta mostrar es cómo esta casualidad en realidad forma parte de la causalidad, tan importante en las historias.
Ahora bien, y es creo lo que más han elogiado, es el largo plano de 84 minutos sin cortes, que es llevado de forma magistral por las calles de Porto Alegre.
Primero desde el interior de un tren que nos muestra el título de la cinta, luego a un mercado, autobús y diversos interiores. Claro está, y es realmente absurdo compararlo con El Arca Rusa del maestro Sokurov, ya que el concepto de unidad y claridad son totalmente distintos. Sin embargo, Ainda Orangotangos posee un carácter intrépido, sagaz, tanto en el ritmo como en la construcción de los personajes.
A pesar de que tiene esencia teatral, es un filme amigable y de fácil consumo; sin embargo, no significa que no esté cargada de significaciones en el subtexto. La cámara no sólo sigue a los protagonistas, sino entra en los problemas de estos.
Aunque Gustavo Spolidoro es un joven director, su filme, a la vez es Opera Prima, resalta en cuanto festival que va. Es grato poder deleitarme con propuestas de este estilo; osadas, irreverentes y principalmente ambiciosa en sí misma, donde una idea se mantiene y llega a ser un largometraje.
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